
En Cuetzalan, Puebla. Pueblo Mágico. La danza de "Los Voladores" conserva gran importancia en el pueblo, como una manera de recrear y conservar su tradición totonaca. Aunque se representa a diario, es en la fiesta de San Francisco (4 de octubre) donde la parroquia y la gente se agasajan con esta danza ritual. Ésta celebración inicia desde la selección del árbol, que debe ser de 30 metros o más. Antes de talarlo, se debe pedir permiso al dios Quihuicolo (Dios del Monte), a quien se le dedica una danza del Perdón, mientras a manera de ritual se limpia alrededor del árbol elegido. Cuatro días después es cortado y llevado entre danzas al centro del pueblo, donde ya se prepara el hoyo donde será plantado. El agujero debe tener alrededor de 3 metros de profundidad. En él, antes de colocar el tronco, se debe depositar una ofrenda: un guajolote vivo color negro y los ingredientes con que se elabora el mole, rociados con una cruz de aguardiente. Después de esto, y justo antes de plantarlo, se ponen en él copal y flores. El ritual llega a su clímax cuando los danzantes inician el ascenso al palo. Cuatro de ellos representan a los puntos cardinales y a las estaciones del año, mientras que el quinto, al centro de la tierra. Éste último, sobre el tecomate (base superior del palo) saluda a los cuatro puntos cardinales, inclinándose hacia atrás para honrar al Sol, mientras toca el “Son del Perdón” con una flauta de carrizo y un tamborcillo. Cuando termina el saludo a los puntos cardinales, los cuatro danzantes descienden cabeza abajo, mientras el capitán entona el “Son del Descenso”. Cada danzante debe dar trece vueltas hasta llegar a tierra firme, para entre los cuatro sumar cincuenta y dos vueltas, número de años que contemplaba el siglo nahua. Así, para concluir esta danza ritual, el quinto danzante desciende a través de una de las cuatro sogas, para hacer una última danza, el “son de Despedida”, alrededor del palo.